Hoy nuestra compañera Ana Bustamante nos cuenta como peleó con la Maratón de Madrid en su pasada edición.
«Mi vuelta al asfalto me ha dado una lección , por muchas pruebas de ultradistancia que haga, NUNCA, y si, lo pongo con mayúsculas para que no se me olvide, NUNCA se debe relativizar la distancia. Así transcurrió mi aventura el fin de semana pasado en la Rock and Roll Madrid Maraton.
Una rotura de fibras en el Trail Costa Quebrada rompió mis esquemas y , como siempre que se tiene una lesión, hizo que replantease mis entrenos y mis próximas carreras, un mal llevado parón, , de quince días, y tratamiento casi que acelerado para recuperar la pierna lo antes posible, Madrid ya estaba ahí, pero ésto no me preocupaba, lo único que ansiaba era volver a correr, me daba igual el lugar y la distancia, a veces me dejo llevar por el ansia, por la víscera, que no me deja pensar con claridad y me hace vivir el deporte como una auténtica “descerebrada”.
El caso es que el día 26 poníamos rumbo a la capi, con un plan de lo más apetecible, disfrutar de los paseos por sus calles, luces, sonidos, colores, gente y más gente…., para alguien que vive en una ciudad tan pequeñita como la mía (Santander) Madrid es como un gran parque de atracciones; visitar la feria del corredor y ver a muchos amigos que allí tenían su stand, correr y tomar cañas con más amigos de la zona, aunque me vine con la penita de no haber visto a mi querida tocaya.
La mañana de la maraton estaba tranquila, no pretendía batir ninguna marca sino solo probar si la lesión ya había desaparecido, si no era así me retiraría, jajaja…en el fondo sabía que ésto no lo iba a hacer, por mucho que me intentase autoconvencer de que sería lo mejor. Dejé que esa batalla mental siguiese su curso mientras nos dirigíamos al banco de España donde un grupillo de cántabros nos haríamos una foto antes de tomar la salida, allí estaban Vicente, Ramón, Berto y Pablo que harían un grupillo para hacer juntos la carrera.
La salida de una maratón es pura emoción, creo que es una experiencia por la que tendrían que pasar al menos una vez en su vida todos los corredores, la cuenta atrás, la música, las calles abarrotadas de gente que te aplaude como si fueras una estrella, las risas de los corredores, los nervios, el olor a réflex, las camisetas con mil inscripciones de todo tipo…. todo es emoción y por más veces que participo en una prueba así el sentimiento siempre es el mismo.
Los primeros kilómetros también tienen mucho de incómodos, somos tantísimos los participantes, que no hay sitio real por el que correr. Mientras intento buscar huecos por los que colarme voy escuchando mi cuerpo, concentrada en cada una de las señales que éste me va enviando y una de ellas no me gusta y sé que me va a dar problemas, como tenía el gemelo bastante cargado de cambiar la pisada, me he puesto unas pantorrilleras, en muy raras ocasiones las utilizo y lo que estoy notando ahora ya me ha ocurrido más veces, ¡¡principiante!! se me están bloqueando los tibiales, un dolor molestísimo se me ha instalado en la zona de la espinilla de las dos piernas, me cuesta doblar el pie para dar la zancada y me agobio porque sé que tendrán que pasar unos cuantos kilómetros hasta que el músculo se relaje y vuelva a la normalidad, una hora es lo que tardo en eliminar esta desagradable molestia. Ahora llevo un ritmo más ligero, sin alegrías claro, que yo enseguida me motivo y hoy no es el día.
Las bandas de rock por las calles están de lo más animadas y el paso por Sol o por Callao es una fiesta, disfruto de estos momentos de relativa tranquilidad porque hoy los 42 kilómetros no van a ser tan fáciles como yo pensaba.
Antes del paso por la media maratón la lesión ha empezado a quejarse, un dolor debajo del trasero que hace que mis pasos, ya de por si pequeños, se conviertan en pasucos, es como si alguien me estuviese estrujando esa zona de mi cuerpo, pues nada Ana, me digo, no queda otra que seguir, hoy los bolos están plantados así, aprieta los dientes, ponte la música y a buscar distracciones para no pensar en el dolor.
A pocos metros de mi veo un globo, lo alcanzo, marca 3h45, y yo que venía toda alegre pensando que era el de 3h30, que ingenua…..porque la historia es que cuando te pones un dorsal todo cambia y aunque haya hecho mil programaciones en mi cabeza para llevar un ritmo más lento y para convencerme de que lo más importante es el llegar a meta, ahora que me veo pegada a este gran globo azul me fastidia un montón y además sé que no voy a poder hacer mucho menos tiempo, bueno de algo me servirá la lección, seamos positivas y sigamos.
Los avituallamientos, un poco caóticos y llenos de peladura de plátano, me hacen ralentizar el ritmo, anda que si ahora me resbalo y pongo la cosa peor de lo que está, cuando salgo de ellos el ritmo sigue siendo trotón porque ahora hay una sucesión de rampas y va a ser que hoy no me gusta subir, veo a uno que sube andando, otra, no voy a mirar más, no necesito esta clase de motivación.
He conseguido adelantar al globo “maldito” pero sobre el kilometro 33 se me une otra nueva compañera, la fatiga, siento como si me desinflase y el kilómetro 42 se me hace muy muy lejos, ¡¡ay Anita!! sabes que no te vas a parar por mucho que esa parte de tu mente que siempre viene a fastidiar te esté dando la tabarra, ¿y si camino? ¡¡de eso nada!! nunca he caminado en una prueba de asfalto y hoy no voy a comenzar con esa nueva “modalidad”. Me busco todo tipo de “rollos positivos” que me ayuden a desterrar esas extrañas ideas, evado mi mente y la desligo de mi cansado cuerpo, a ratos no oigo ni la música del mp3 y eso que lo llevo a tope, pero así van pasando los kilómetros, más despacio de lo que desearía, lo importante es que cada vez queda menos.
No sé cuando comenzó este falso llano que nos lleva hasta el Retiro, pero los últimos kilómetros son duros de verdad, bueno en realidad como toda la maratón, pero éstos más. Tiro de experiencia, de recuerdos, de fuerza mental porque la física va tocadilla y ante mi aparece, por fin el arco de meta, aplaudo antes de entrar, y me digo un ¡que dura y que requetecabezona que eres Anita!! Mientras miro un crono que no me gusta mucho, 3:39, pero es lo que hay. Y así finalizo mi tercera participación en la maratón de Madrid.
Hacía mucho que no sufría tanto en una prueba, pero ésta, como casi todas las cosas que nos pasan en la vida, ha venido en el momento exacto, en el momento que, seguramente, más lo necesitaba y me ha dejado bien claro que a las cosas hay que darles la importancia que tienen, y una maratón siempre será una maratón».