Como preparación para los 100 kms de Santander, este pasado domingo decidí participar en la maratón de Madrid, había disfrutado/sufrido de esta prueba en otras dos ocasiones y este año, la verdad, acabé un poco decepcionada.
Correr la maratón en una gran ciudad es algo que siempre me ha atraído mucho, compartir kilómetros con atletas venidos de todo el mundo, pasar por calles eternas llenas de animación, y por otras donde se palpa lo más autóctono de la urbe, en definitiva, vivir un gran evento que trasciende lo deportivo y acaba siendo un gran acontecimiento social. Madrid cumplía todos los requisitos, pero esta vez algo no encajó.
Reflexiones:
Somos los atletas populares los que conformamos el grueso de estas grandes pruebas, sin nosotros sería inviable organizar algo así, sin contar con el impacto económico que supone un evento así en la ciudad.
Y ¿qué es lo que busca un corredor popular en una maratón como Madrid?. Aquí cada uno tendrá su respuesta, en concreto la mía, que seguro coincide con la de muchos, es conseguir el reto de los 42,195, si además el tiempo entra en los baremos que previamente me había fijado, estupendo, y si no, he cruzado la meta y sumo una maratón más a mi “colección”.
El corredor popular quiere disfrutar de un circuito atrayente, pasar por lugares emblemáticos, verse arropado y aplaudido por el público, el que sea más o menos rápido pasa a un segundo plano y si, en algún momento, queremos mejorar nuestras marcas, hay maratones que nos ofrecen poco desnivel como Valencia o San Sebastián.
¿Cuantos corredores disputaron el pódium? ¿Cuántos se midieron para conseguir marcas estratosféricas? Seamos claros, la élite, y si ésto lo transformamos en números, de los 30000 personas que inundaron con sus zancadas Madrid ¿cuántos eran élite? ¿10, 20 atletas?
Privarnos del paso por lugares como Sol o Gran Vía en un intento de buscar un circuito más ligero, para que Madrid compita con otras maratones famosas por su rapidez, habrá beneficiado a atletas élite y a otros que buscan buenas marcas pero, desde mi modesto punto de vista, ha descafeinado la prueba. La carrera pierde encanto en la segunda media maratón, haciéndola transcurrir por zonas poco conocidas y con escaso público, es en los últimos kilómetros cuando recupera su idiosincrasia.
En el año 2016 corrí la maratón de Roma y en el 2017 la de Sevilla, llegué con muchas expectativas y cuando crucé la meta dije que no volvería a ninguna de las dos, la grandeza de ambas ciudades solo se recorre al principio y al final de la prueba, el mayor número de kilómetros transcurre por el extrarradio, no quisiera unir a esta lista la maratón de Madrid.
Ana Bustamante