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Penyagolosa, las vivencias de una carrera que me situó líder de la Spain ultra Cup – Claudia Tremps

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Nueva crónica de nuestra compi Claudia Tremps, esta vez en Penyagolosa Trails, no la perdais de vista ya que con solo 22añitos tiene por delante un futuro impresionante

De la nieve a la tierra

Intentar abordar con éxito diferentes disciplinas deportivas me obliga a ser muy cuidadosa cuando alguna prueba tiene lugar en la frontera entre una u otra práctica. Penyagolosa, la segunda ultra de mi calendario, me encontró al final de mi temporada de esquí de montaña. En este caso lo solucioné con un cierto relajamiento en los entrenos que me permitiera descansar y llegar a la prueba en óptimas condiciones.

Sin embargo, justo la semana antes de Penyagolosa realicé mi última prueba es esquí de montaña. Soy consciente que el deporte a este nivel, significa priorizar y asumir que no podemos estar en todos los escenarios, pero me jugaba el primer puesto en el campeonato de Catalunya de esquí de montaña y tuve claro que debía correr y conseguir, como así fue, el primer puesto del cajón al final de la temporada.

El peaje de esa última carrera fue llegar a la Penyagolosa con los cuádriceps cargados puesto que quedan penalizados en las bajadas de esquí. Además, en un entreno durante la semana previa a la carrera, sufrí una caída con herida abierta en la rodilla. Eso me preocupó más, si cabe, puesto que tenía pocos días y el corte no tenía pinta de cicatrizar a tiempo. De hecho, llegué a la salida con la herida abierta pese a las curas que recibí.

 

La previa

El jueves antes de la carrera me trasladé con mi asistencia a Castelló de la Plana y una vez instalados salí a estirar las piernas. Decidí recorrer el tramo entre los quilómetros 4 y 7 de la carrera. A pesar de que era en subida me di cuenta que se podía correr muchísimo. Es el clásico lugar donde veo claro que ahí puedo hacer mi carrera sin mirar a ninguna de mis rivales.

El paisaje era, ¡es!, espectacular. De hecho es en estos entrenos cuando puedo disfrutar más del entorno porque cuando estamos en carrera debo estar centrada en cada detalle de la prueba.

Tras la previa, me dirigí al apartamento para cenar y descansar puerto que el viernes iba a ser un día muy largo.

El viernes mi objetivo era descansar durante todo el día y terminar de perfilar cada quilómetro de la carrera, además de comer e hidratarme correctamente. Durante la mañana sólo salí del apartamento para recoger el dorsal y por la tarde estuve descansando y preparando el material.

Al ojear la revista que había en la bolsa del corredor tuve la sorpresa de ver que me incluían entre las favoritas a pesar de que había corredoras de mayor nivel.

A pesar de que tenía prevista una merienda, mi estómago estaba cerrado y decidí no comer nada y esperar hasta la hora de la cena. A las 20:30 me levanté bastante descansada a pesar de que no había dormido. Entonces sí, comí lo programado con la nutricionista. Aún me sobraban 30  minutos en los que estuve descansando. A la hora prevista me vestí y me dirigí con  mi asistencia hacia la salida.

Empieza la carrera

Aún no estoy acostumbrada a salir des del primer cajón y llegué con la misma antelación que las corredoras del pelotón. Me encontré a Ana y me aconsejó que corriera con mucha cabeza hasta el quilómetro 30 que es donde empezaba la carrera.

En los momentos antes de la salida, escuché mi nombre varias veces por megafonía, algo a lo que no estoy acostumbrada. En especial, antes de salir!

Diez minutos antes de la salida nos colocamos todas las corredoras y corredores del primer cajón y pudimos intercambiar algunas palabras entre nosotros. Estaba nerviosa y me parecía que no llegaba el momento de la salida. En el primer cajón, además, todo se vive y se ve de forma mucho más intensa.

Aún tenía en mis oídos el eco de la cuenta atrás de los últimos diez segundos y ya estaba corriendo detrás de la moto por las calles de Castelló. La sensación de correr libremente esos primeros metros, sin nadie empujando, es la mejor parte de salir desde el primer cajón.

El asfalto duró 4 quilómetros, hasta abandonar la ciudad, y estaban abarrotados de gente animando.

Al dejar la ciudad empezamos el camino de subida que había recorrido el día antes. Subía a un ritmo cómodo puesto que dejar el asfalto es siempre un alivio para mí. En poco menos de una hora llegamos al pueblo de Borriol. Aún no hacía falta avituallamiento pero me encontré a mi asistencia que me facilitó los bastones. Había decidido salir sin ellos puesto que en las primeras cuestas me iban a molestar.

Una vez más, me sorprendió la cantidad de gente en las calles del pueblo e incluso pude oír una voz que me decía que estaba en 4ª posición.

Sentía el estómago muy pesado así que sólo cogí una naranja y cargué, gracias a mi asistencia, con toda la comida que iba a necesitar hasta el quilómetro 33. Me había alcanzado las chicas que iban en 5º y 7º lugar y me quedé corriendo detrás de ellas.

No tenía problemas graves de estómago pero notaba quemazón y pesadez. Hasta el quilómetro 23 no iba a encontrar un nuevo avituallamiento pero allí no estaría mi asistencia así que decidí provocarme el vómito puesto que tenía la sensación que la comida no se me asentaba como debía.

Viendo lo ocurrido, creo que hice lo correcto y al llegar al avituallamiento bebí muchísima agua para hidratarme, comí poco y continué sin tener mejores sensaciones.

Había anochecido y se levantó mucho más frío de lo que habíamos previsto. Las malas sensaciones volvieron y me atacaron las náuseas. Decidí no comer nada hasta que noté mi estómago totalmente vacío. Recurrí a las bolas de arroz que acostumbro a llevar preparadas y sentí que se asentaban mejor en ese momento.

El recorrido transcurría entre subidas muy derechas y bajadas muy fuertes enlazadas con tramos de pista. En las condiciones en que me encontraba, había perdido a las dos chicas que me había adelantado e incluso fui sobrepasada por otra corredora. En mi condición física no me sentía segura en unas  bajadas con mucha piedra y en las subidas me sentía débil de brazos.

A partir del quilómetro 33, la carrera de verdad

Finalmente llegué al avituallamiento previsto en el quilómetro 33 dónde sí me esperaba mi asistencia. Le expliqué mis problemas estomacales y ni tan siquiera pude aguantar un vaso de Coca-Cola que mi cuerpo rechazó de inmediato. Por suerte, ése fue mi último vómito de la carrera.

Allí empezaba realmente la carrera. Tenía muy claro, así me lo había propuesto, que debía llegar a Sant Joan de Penyagolosa ocurriera lo que ocurriera. Tenía claro que no había venido a pasear o a disfrutar. Es el tipo de verbos que utilizan muchos rivales pero no era mi caso: había venido a luchar y a darlo todo hasta la meta. Sin excusas.

Todo el esfuerzo que significa compaginar mis estrenos con las horas que dedico a mi carrera de arquitectura no puede ser en balde. Me obligo a darlo todo como reto personal y, también, para corresponder a las personas y marcas que confían en mí.

La carrera continuaba en medio de una noche fría y oscura y, quizá por mis problemas físicos, la temperatura me penalizaba más de lo esperado. En una subida larga me sentí cómoda por primera vez gracias a la temperatura que me comportaba el esfuerzo. Llegué fácil al quilómetro 45 dónde había un nuevo avituallamiento y dónde también encontré mi asistencia.

A pesar de encontrarnos en el quilómetro 45 parecía un quilómetro 100. Mucha gente sentada o tendida con comida y mantas térmicas para recuperarse de una noche que había pasado factura.

Intenté perder poco tiempo. Apenas un par de minutos y ya estaba de nuevo en carrera. Me había costado sentir que mi cuerpo alcanzaba una temperatura ideal y no quería perder las buenas sensaciones. En el primer tramo, aún entre las calles del pueblo, andaba y comía a buen ritmo, y al salir ya estaba corriendo por una pista que era una especia de falso llano engañoso que si no lo interpretabas bien hubiera podido pasar factura.

La segunda mitad de la carrera

Había pasado el ecuador de la carrera y era necesario racionar las fuerzas y tener la cabeza muy claro respecto a todos los quilómetros que me quedaban por recorrer.

Me animaba notar que el sol estaba a punto de dejarse ver. Me encontraba en el fondo de un valle y a media que empezaba la ascensión hasta el próximo avituallamiento empecé a notar los primeros tenues rayos de sol.

Correr con las primeras luces es un alivio a pesar de que la pendiente se iba convirtiendo cada vez en más pronunciada. Al llegar al final del tramo nos recibió una nueva población llena de gente animando. Justo allí alcancé a una de las chicas que me había adelantado y recorrimos juntas todo el tramo hasta el quilómetro 64.

En aquel punto ya guardé el frontal y justo al salir del pueblo tocaba subir hasta una colina que escondía el mejor regalo del día: un amanecer precioso que me acompañó hasta que iniciamos una larga bajada hasta el fondo del valle. Sin apenas descansar de la bajada iniciamos una fuerte subida de 1000 metros de desnivel positivo. El cambio de temperatura era brusco pero pude hacer toda la subida sin sufrir el calor directo de la luz solar. Se trataba de una ascensión con mucha piedra. Al llegar a la cima el sol ya calentaba y desde la distancia ya podíamos observar que las zonas habitadas ya tenían movimiento.

Tenía ganas de cambiarme las zapatillas y los calcetines pero al llegar el avituallamiento el espacio estaba frío y no comí como hubiera deseado para no perder temperatura. El próximo tramo era una bajada relativamente fácil dónde no corrí todo lo que hubiera podido puesto que prioricé que la comida se asentara bien en mi maltrecho estómago. Sin apenas llano, la bajada enlazaba directamente con una nueva subida. Ése podría ser el resumen de la carrera: subidas y bajadas largas y consecutivas.

Sin embargo, en esta bajada faltó un punto de señalización y, junto al grupo de corredores en que me encontraba, nos saltamos un desvío. Por suerte, observamos otros corredores por el otro lado de la montaña y retrocedimos. Ahí pude observar la distancia que me llevaba la chica de delante de mí y me desmotivé un poco. Había perdido casi 10 minutos por el error de perder el itinerario y volver al trazado.

Recuperado el camino, terminé la bajada i empecé una fuerte subida en al que ya el sol castigaba sin contemplaciones. Al final había un avituallamiento donde no estaban permitidas las asistencias. A partir de ese punto el protagonista ya fue el sol, con larguísimas rectas sin apenas sombra ni protección.

Había aprovechado el avituallamiento para hidratarme bien y corría con un hombre con el que acabaría finalizando la prueba. Tenía por delante 11 quilómetros hasta el próximo avituallamiento pero mi Suunto, y en el del resto de corredores, aparecían más quilómetros de los previstos…

En el siguiente tramo desaparecieron las largas subidas y bajadas, y nos permitió correr en pista entre prado, con alguna leve subida.

En el quilómetro 83 sufrí una caída y me lastimé en la misma rodilla dónde arrastraba la herida sin cicatrizar. Se abrió, volvió a sangrar… y me lamenté del dolor y de la mala suerte.

Faltaban sólo 3 quilómetros para encontrar mi asistencia en el próximo avituallamiento y se me pasó por la cabeza si debía para y abandonar para curar la rodilla y evitar males mayores. Decidí llamar a mi asistencia para que los médicos estuvieran preparados y me hicieran un diagnóstico.

Al llegar ya me estaban esperando, me hicieron una cura de urgencia y me tranquilizaron. Encontré a una de las chicas que aprovechaba para comer, como yo, y mi asistencia, me comentó que una chica había abandonado. Eso me situaba en 5º lugar de la prueba y 1ª de la Spain Ultra Cup.

La posición me animó muchísimo y decidí que llegar a Sant Joan no era optativo. Lo haría. El sol era fuerte y los quilómetros recorridos empezaban a pasar factura a mi cuerpo. Los cuádriceps recordaban el esfuerzo acumulado el fin de semana anterior en el campeonato de Catalunya de esquí de montaña –y por toda la temporada de invierno-. De hecho, desde finales de enero hasta el principio de la carrera sólo había descansado un fin de semana puesto que en todos los demás había competido.

El último esfuerzo

Solo quedaba un avituallamiento con asistencia permitida, antes de la meta así que debía repasar todo lo que iba a necesitar hasta el último tramo para no olvidar nada y hacer una pausa rápida.

Todo el mundo me había avisado que el tramo hasta Xodos se hace eterno y parece no terminar. La verdad es que iba muy mentalizada y tenía muchas ganas de llegar, lo que me facilitó que los primeros quilómetros pasaran rápido a través de un bosque con pequeñas subidas y bajadas que se corrían bien.

En un punto encontré una señal que indicaba que me encontraba a 5 quilómetros de Xodos, sin embargo, mi GPS decía que ya estaba a punto de llegar. Un sendero me hizo rodear la montaña y cuando aún faltaba 1 quilómetro ya podía ver el pueblo. Allí nos cruzamos con los de la MiM y había una gran concentración de corredores y público.

Ahora sí, estaba a 15 quilómetros de la meta. Un tramo dividido en larga e interminable subida y la bajada hasta Sant Joan. Empezamos la subida un grupo de más de 10 corredores y a pesar de que en algún punto quizá hubiera podido tirar más, prioricé el correr acompañada.

Un chico que el año anterior ya había corrido, nos mostró donde estaba el siguiente avituallamiento y nos pareció muy lejos. Era una subida con mucha piedra y estrecha. La hicimos poco a poco y llegamos, por fin, al avituallamiento.

Llegué con muchísima hambre y tuve la suerte de encontrar pastas que, al ser azúcar puro, me supieron a gloria. En aquel punto se salía en un tramo breve que se podía correr pero a continuación había tres rampas mortales de subida.

A mano derecha nos quedaba la majestuosa montaña de Penyagolosa. Focalicé la mente en la llegada y ya no me permití pensar en nada más. Encontré una bajada donde creí que ya era el último tramo hasta Sant Joan pero no era así. Nos faltaba, ahora sí, una última subida con mucha pendiente. Al llegar arriba estaba deseando andar pero tenía miedo que me alcanzara alguna chica y mantuve el ritmo corriendo. 3 quilómetros antes de la meta nos juntábamos de nuevo con los de la MiM. Había muchos corredores bajando por el mismo sitio y me tocó ir esquivándolos.

Sentía que debíamos estar muy cerca pero me extrañaba no escuchar ningún tipo de música. Un corredor me avisó que hasta la ultima curva no íbamos a escuchar nada.

Y sí, después de la bajada pronunciada, llegó el momento de la entrada triunfal en Sant Joan. A pesar de la muchísima gente que nos esperaba, distinguí enseguida a mi asistencia esperándome en el último trecho hasta la meta. Una recta, un último giro a la izquierda y la meta. Mi meta.

No me lo podía creer: 5ª posición en la gran CSP de Penyagolosa Trail i líder provisional de la Spain Ultra Cup. Era el resultado soñado pero era también un resultado que me hubiera parecido imposible unas horas antes.

A mis 22 años no puedo pedir más. Estoy feliz porque a pesar de los muchos contratiempos mi cabeza se había mantenido fuerte y serena y había vuelto a ganar. Porque para mi éste resultado es una victoria. Sabe a victoria.

No puedo terminar sin dar las gracias a toda la gente y a todas las marcas que hace tiempo que confían en mí. Les repito siempre lo mismo: lo mejor aún está por llegar. Seguimos…

Fotos: Organización / Jose Miguel Muñoz

 @claudiaendurance 

 Claudia Tremps

Aqui teneis el enlace de nuestro paso por Penyagolosa Trails en fotos

 

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