Hay carreras que son especiales y sin lugar a dudas el Tor des Geants es una de ellas, como ya hiciera en ediciones anteriores aquí teneis la crónica del 2011 y la del 2014, nuestra compi Ana Bustamante nos trae su crónica de este 2016, de la que probablemente sea una de las experiencias más intensas de su vida.
«Lo que empezó siendo la participación en una de las carreras más duras que existen, se ha acabado convirtiendo en un gran idilio, a día de hoy, el Tor des Geants y yo, somos inseparables, su energía me alimenta y me da fuerza para continuar, en ésto, que llaman vida.
Habrá personas que no entiendan tanta pasión, no importa, en tres participaciones ésta se ha ido acrecentando, igual si hago una pequeña memoria de cada una de ellas se me puede entender un poquito mejor, así que, allá vamos.
Sólo llevaba un año haciendo ultras cuando me embarqué en una gran aventura, no sabía a lo que me enfrentaba sólo tenía claro que si la oportunidad se había presentado había que aprovecharla. Recuerdo ese primer Tor como una lucha constante entre mi mente y mi cuerpo, mi único pensamiento era cruzar la meta pero mis ampollas, mis uñas infectadas y mis talones de Aquiles cada vez me lo iban poniendo más difícil, y luego estaba el sueño, esos momentos en los que no podía hacer nada, porque él me dominaba y en esa guerra se aliaba con las alucinaciones y eso si que era ya, incontrolable.
Esta primera vez Oscar, Ana y yo hicimos un buen equipo, nos apoyamos y juntos llegamos a la meta, mi cara dice todo de ese momento, dolor, sueño, cansancio y felicidad con letras mayúsculas.
En el año 2013 me volvió a picar el gusanillo, pero esta vez prepararía mi cuerpo a conciencia, ya que mi mente sabía que iba a responder como una campeona. Hice un montón de ultras, con un extra de motivación, en todas ellas mi meta estaba en el Valle de Aosta.
El día de la prueba era un manojo de nervios, ahora si sabía a lo que me enfrentaba, iba a ser una semana dura, miles de preguntas me asaltaban, ¿y si me lesionaba? ¿y si hacía malo? ¿cómo gestionaría esta vez el sueño?…..me acompañaba mi inseparable amiga Encarna, ella estaría en todas las bases vida, hago aquí un inciso para explicar lo importante que es llevar asistencia, cuando llevas tres días en la montaña haciendo un gran esfuerzo físico y con falta de sueño y abres la saca amarilla tu mente no tiene las cosas muy claras, que dejar y que coger, que puede ocurrirme en los próximos 50 kilómetros hasta que me vuelva a encontrar con la saca, ¿tendré pilas suficientes para la frontal?, miro la predicción meteorológica, ¿con esta ropa será suficiente? y ahí entra la figura del asistente, esta persona, en mi caso Encarna, gestiona todas estas cuestiones que para ti, en ese momento, son ciencia ficción y tú sólo te encargas de comer, descansar y curarte las molestas ampollas.
Viví una edición que calificaría como genial, me sentí fuerte, disfruté, tuve tiempo de emocionarme con los glaciares rosados del Cervino y del Monte Rosa al amanecer y, como no, de ir conociendo gente estupenda con la que compartir algún kilómetro.
La entrada en meta siempre es mágica, ese año me quedo bloqueada, un montón de amigos me esperan a las doce de la noche en Courmayeur, tardo más de lo previsto, una inflamación en los nervios del metatarso en los últimos 30 kilómetros ha ralentizado mi paso, pero allí están todos, lloro, intento tranquilizarme, y entonces, ya puedo hablar….Ana!! Lo has vuelto a conseguir!!!
Con este buenísimo sabor de boca que te queda sabes que vas a volver, así ha sido y nunca podré agradecer en su medida al Tor y al Valle de Aosta todo lo que ha supuesto para mi esta tercera vez.
Una muy mala racha personal, los cimientos de mi vida desmoronados en muy poco tiempo, se inicia en Noviembre con la inesperada muerte de mi madre y creo que está en vías de finalizar en breve cuando sea capaz de asimilar y recolocar todo lo que he recogido en mi tercer Tor, que ha sido, sin lugar a dudas, un verdadero “camino de sanación”.
La verdad es que no había entrenado muy concentrada, mi cabeza viajaba por otros derroteros y el deporte sólo era mi terapia, pero sabía que este año tenía que volver a recorrer mi valle, mi preocupación, como siempre la meteorología, que al final pasó a un segundo plano, es inútil gastar energía en las cosas que no puedes cambiar.
Otra cuestión que me llenó de alegría y por la cual también quería volver fue que eligiesen mi imagen para el cartel de la prueba, todo un honor, la foto es de la llegada en el 2011, la verdad es que es muy significativa, pero verla por todo el Valle… uffff
Mucha expectación antes de las 10 de la mañana del día 11 de septiembre, nervios, caras de preocupación y ansia contenida, no estoy nerviosa, una extraña sensación de paz me invade, sé que soy fuerte, ahora si lo sé, pero tanto como para tener esta tranquilidad, me da miedo no tener miedo.
Nos vamos entre los aplausos y las llamadas de un pueblo, Courmayeur, que vibra con los 800 “aventureros”, imposible no derramar alguna lagrimilla, oigo mi nombre por todos los sitios y entonces si, entonces mi adrenalina llega y me hace consciente de que los 340 kms han comenzado.
No voy a contar al detalle cada uno de los días, cuando intento recordar me siento como en una nube, como si mi cuerpo hubiese ido por un camino lleno de piedras, de subidas y bajadas, de pasos complicados,..y mi mente por otro, lleno de reflexiones y de pensamientos oscuros que se iban quedando atrás y pasaban a ser sustituidos por otros que cada vez me fortalecían más. Si quiero recordar a esos amigos que fui encontrando por el camino y con los que establecí una conexión perfecta, es curioso lo fácil que se hace abrir tu corazón a personas a las que acabas de conocer, durante esta semana estoy convencida de que una energía especial viaja por el valle, así compartí buenísimas tertulias con Ladislav, un esloveno y una española hablando en italiano, entretenido, Luca fue otro gran descubrimiento, y encontrarme con Pablo Segura, con el que compartí kilómetros en el Tor del 2014 me hizo muchísima ilusión.
También quiero recordar como llegué a positivizar la lluvia torrencial del segundo día, en ese momento sólo me interesó el arco iris que invadió todo el valle, yo no podía parar la lluvia por mucho que me quejase, al igual que en la vida, los acontecimientos vienen, sólo queda vivirlos de la mejor manera. Y después de la lluvia llegaron los granizos a 3000 mts, y como dolían las piernas!!! Entonces me abrigué y continué, no hay tormenta que cien años dure. Con esta actitud, iba superando cualquier contratiempo que se presentase, y cada vez mis fortalezas se hacían más visibles.
El cansancio físico claro que estaba allí, y el sueño, como no!!! En total he dormido cinco horas repartidas en dos, dos y una y un montón de microsueños como el que me pegué sentada en una roca apoyada en un árbol debajo de la lluvia, o los que me eché mientras caminaba, en esto último me he convertido en toda una experta, y sin caerme!! Una cuestión curiosa fueron las ampollas, únicamente me salió una y no tuve necesidad de tratarla, está claro que mi cuerpo ya se ha acostumbrado a estas “pequeñas palizas” que le doy de vez en cuando, así que en las bases vida no hice uso ni de médicos, ni de enfermeros,…ni de duchas, con una vez fue suficiente, muy a pesar de Elena, mi otra hermana italiana, que me hizo la asistencia en la primera parte de la prueba, siempre preocupada, esperándome en las bases y tan atenta a la más mínima de mis peticiones.
Pasada la mitad de carrera, una vez que dejé atrás mi querido Coda, y mientras iba restando kilómetros, una idea se fué formando en mi mente. En Aosta estoy como en casa, como poder agradecer a este valle, a tantos y tantos amigos lo bien que me hacen sentir, todo lo que me apoyan, como hacerles ver que para mi son mi gran familia italiana, en definitiva como decirles que yo también amo estas montañas y me siento parte de ellas, y como agradecer al Tor que mi imagen esté por todos los rincones y que cada vez que llego a un refugio, a una base vida me siga sorprendiendo y me de más fuerzas para continuar…hablo con Lolita, uno de mis angeles de la guarda, y ella lo transmite al equipo Grivel, entonces tomamos una decisión esperaré al último corredor y entraré con él en meta.
La primera gran parada la hago en el Refugio Champillón, y la segunda en el de Frassati, este último está a tope de gente, se ha puesto a nevar, es de noche, estamos muy cerquita de la meta, si muy cerquita pueden considerarse 40 kilómetros, así que el ambiente, a pesar del cansancio y del sueño es de una contenida alegría, mi amigo Luca y yo nos tomamos un par de cervezas, es buen momento, así entre risas y confidencias esperamos al alba para descubrir uno de los amaneceres más espectaculares que he vivido nunca.
Hace frío, mucho frio y viento, la nieve cruje pero con los crampones se camina bien, puntos luminosos invaden el camino, es un momento mágico y así lo quiero disfrutar, le digo a Luca que se adelante que quiero seguir sóla, miro hacia atrás y veo la franja del amanecer, unas lágrimas insisten en salir, dejo que fluyan, y con ellas marchan mis últimos demonios. En el paso de Malatrá está el gran Lucchio, me saluda y viene a echarme una mano, pero una nueva Ana asciende entre la piedra, el hielo y alguna que otra cuerda, mis miedos también han marchado, cuando me asomo a la última“ventana” del Tor me siento una superwoman, me abrazo a Luca y a Lucchio, es el primer momento de verdadera felicidad desde aquel triste 17 de noviembre.
En el descenso a meta me encuentro con mi querido Mauro, Maurito como a mi me gusta llamarle, el, Lolita y yo pasamos unos días estupendos haciendo el Tour del Mont Blanc en agosto, me alegra verle, es su primer Tor, los primeros días lo ha pasado mal por el estómago pero ha logrado recuperarse, le comento que esperaré al último corredor y el continúa, queda muy poquito para que todos vivamos una gran celebración.
En Bertone, último refugio por el que pasamos, Alicce y Andrea me esperan con una cerveza y un rico trozo de tarta, como para no estar agradecida!! Hago el descenso despacio, disfrutando de lo poco que me queda para concluir este Tor tan especial, Lolita se encarga de la logística, está en continua comunicación con Giovanna, del grupo de escobas, para saber por donde va Giorgio, un romano que también conquistará los 340 kms.
El encuentro es de lo más simpático, nos damos un fuerte abrazo, está emocionado, me comenta por qué está haciendo el Tor, a veces la vida nos sorprende, su historia y la mia son gemelas, está claro que teníamos que entrar juntos en meta.
Llegamos a Courmayeur escoltados por los escobas yo como abanderada de Aosta y Giorgio de España, todo el mundo está en la calle, mi corazón late a mil, pero una cosa me llama la atención, muchas personas llevan unas trenzas amarillas, ¿habrá una fiesta vikinga??, Lolita aumenta el ritmo de mi corazón desbocado con lo que me dice “es por ti Anita”, esto es más de lo que yo me hubiese imaginado, miro a Giorgio que no sabe si reir o llorar, es difícil después de una semana tan dura en el monte controlar el flujo de emociones que te invaden.
Ultimos metros y nos fundimos en un abrazo con Liza y Oliviero, los flamantes ganadores, es costumbre en el Tor que los primeros reciban a los últimos, fin de la aventura, ahí está mi familia Grivel, la gente llora y aplaude emocionada, los niños quieren que firme sus camisetas y todos me quieren besar y yo quiero responder a todo el mundo pero me es imposible, ramos de flores, hasta la pequeña Gaia me regala un tiesto rosa con una pequeña planta, champán, fotos y entrevistas, realmente me siento como una estrella de cine, pero disfruto el momento al mil por mil, el camino hasta llegar a esta meta no ha sido fácil pero vuelvo a Courmayeur con más de lo que tenía, con más de lo que era y sobre todo, con una firme convicción, LA VIDA SIGUE Y ES MARAVILLOSA.
Gracias mamá, sé que este camino le hemos recorrido juntas.
Ana Bustamante Vélez
Fotos: Sergio Enrico, Fiorello Sisto, Ana Bustamante, Encarna Arguello, Lo Bizzari y Sergio Mayayo
Enhorabuena Ana, tres veces gigante. Las carreras de montaña, sin duda, mucho más que correr son….
Un placer vo,verte a leer. La vida fluye…y de qué manera por cada una de tus letras.
Animo con este 17 de noviembre 🙂