Algo tiene el agua cuando la bendicen, dice el refranero, pues es lo que pasa muchas veces con las carreras de montaña, que cuando estas en ellas piensas: que hago yo aquí?? y de pronto al año siguiente te ves de nuevo con el dorsal en el pecho. Aquí tenéis la crónica del Cross 3 Refugios de la mano de Alma Obregón.
Cada vez que el año pasado me preguntaban por mi experiencia en la Tres Refugios siempre respondía lo mismo: es durísima, durísima. Y sin embargo, cuando abrieron inscripciones este año ni me lo planteé un segundo: quería correrla de nuevo pasara lo que pasara.
Algo tendrá esta carrera, que pese a su dureza, se repite año tras año con gran éxito, acogiendo en esta edición a más de 400 corredores (una servidora incluída) que tomaron la salida en un soleado domingo de finales de mayo (el día 24, para ser más exactos). Se celebraba su vigesimoquinta edición y, además este año era también el Campeonato de Madrid y por equipos.
Esta carrera, de 28km y 1400 metros de desnivel positivo, tiene su salida en el puerto de Navacerrada. Unas horas antes se repartían los dorsales: corredores por doquier que se saludan nerviosos, se colocan el dorsal y el chip y poco a poco van pasando a la zona de salida. Este año tuvimos más suerte que en ediciones anteriores: no había nieve, ni viento, y las temperaturas se prometían agradables. A las 9:15 se daba la salida y empezábamos el ascenso. Los primeros kilómetros de esta carrera son todos de subida, concretamente hasta Alto de Guarramillas y luego, tras un pequeño descenso, con otro repecho hasta la Maliciosa. Bastones en mano acometí la primera subida que se prometía incómoda ya que este año, en lugar de subir por la pista de ski, subimos por un lateral, mucho más estrecho y pedregoso. La subida inicial es dura, sin duda, pero los paisajes que se contemplan al alcanzar Bola hacen que el esfuerzo merezca la pena al 100%.
En todo caso, creo que todo aquél que haya corrido la Tres Refugios teme, más que la subida, la bajada desde Maliciosa. Los primeros kilómetros de descenso son complicados: hay mucha piedra suelta y el riesgo de torceduras y esguinces se multiplican por el hecho de que la fuerte pendiente invita a bajar con cierto ritmo. En mi caso este año me sentí cómoda (¡al fin!) y pude bajar a cierta velocidad, no como el año pasado cuando, con menos experiencia en este tipo de bajadas técnicas, pasé bastante miedo. Tras esa primera bajada llegan las Zetas: una bajada mucho más cómoda y corrible, donde recuperar todos los minutos perdidos en los kilómetros anteriores. Este año, sin embargo, tuve la mala suerte de caerme pocos metros antes de comenzar esa parte del descenso. Como pasa siempre en estos casos, bajé mi nivel de concentración al superar la parte más técnica y ¡BUM! Doble tropezón. Primero un pie, luego el otro, y luego entera al suelo, chocando con las dos rodillas contra sendas piedras y la cara contra el suelo.
Sinceramente, creí en ese momento que se había acabado la carrera para mí. En los primeros segundos tras la caída, de hecho, llegué a pensar que me acababa de cargar el resto de la temporada: no sentía las rodillas y el dolor era tan agudo que se me caían las lágrimas. Sin embargo decidí ignorarlo, me puse en pie como pude y empecé a trotar bastante costosamente. Varios metros más adelante empezaron a entrar en calor las rodillas y pude empezar a correr un poco mejor, aunque con muchas molestias. En el primer avituallamiento casi ni me paré: rellené los bidones y seguí adelante enseguida. Las rodillas dolían demasiado como para dejar que se enfriaran.
El resto del descenso es muy bonito, y hasta llegar a Canto Cochino, es cómodo y muy corrible. Hacía calor así que me vi incapaz de comer ninguna barrita, y estuve tomando gominolas energéticas cada vez que me entraba el gusanillo. Pasado Canto Cochino comienza de nuevo el ascenso. Es una zona tan bonita que, sinceramente, en muchos momentos al contemplar el paisaje olvidas el esfuerzo al que te estás sometiendo. La Charca Verde estaba sencillamente espectacular. El cielo despejado hacía que se pudiera disfrutar de las vistas como nunca. Y así, paso a paso, se va subiendo. En mi caso la subida se hizo muy dura: me fallaban las rodillas y acabé por caerme de nuevo, esta vez de lateral, lo cual me complicó aún más el panorama. Pero no me iba a rendir. Había venido a correr la Tres Refugios e iba a correrla. Pasado el último avituallamiento, el del Puente de los Manchegos, llegamos a una de las partes más bonitas de la carrera: los kilómetros de pradera previos la última subida a Bola por el Ventisquero de la Condesa, en los que los corredores atravesamos la pradera siempre acompañados por vacas y por la vista permanente de Bola del Mundo al final del camino.
No mentiré. Sufrí en el Ventisquero de la Condesa. Sufrí mucho. Las rodillas ya ni me respondían y tenía que usar los bastones y tirar mucho de brazo. Un nevero nos esperaba al final de la subida y, de nuevo, a bajar. Como me temía, la bajada transcurrió por el mismo lugar por el que habíamos comenzado el ascenso a primera hora de la mañana, por el lateral de la pista, y se me hizo eterno: mucha piedra suelta que se lo pusieron aún más difícil a mis magulladas piernas.
Finalmente crucé la meta en poco más de 5 horas. Aunque mejoré mi tiempo respecto a 2014, no pude cumplir mi objetivo este año, que era bajar de 5 horas, aunque fuera por 1 minuto. Supongo que dejé las posibilidades de cumplir ese objetivo en las mismas rocas en las que dejé mis dos rodillas en torno al km. 8. Y, pese a todo, ¡qué felicidad! Qué maravillosa sensación de haber cumplido un reto una vez más, de no haberme rendido ante la dureza de la Tres Refugios.
La semana siguiente estuve coja, y no pude correr hasta el domingo, una semana después, aún con las rodillas hinchadas. Pero al final los dolores pasan y lo que queda en la mente es esa sensación de felicidad plena que nos dan las carreras de montaña.
Eso sí, antes de despedirme por esta vez, no puedo dejar de señalar la fantástica actuación de Paula Cabrerizo, plata en Zegama-Aizkorri, que entró en meta en séptima posición de la clasificación absoluta (3h08’01”) sacando más de 30 minutos a la segunda clasificada, María Luisa García, demostrando una técnica y una fortaleza espectaculares. Un honor haber compartido carrera con ella y con el resto de corredoras (48) que alcanzaron la meta aquél domingo de mayo. Cada vez somos más las locas de la montaña y eso es una gran noticia.
Aquí tenéis las clasificaciones generales de la carrera
Alma Obregón
Y el próximo 7 de junio llega el Kilómetro Vertical de la Barranca, aquí tienes toda la info