«Las carreras de montaña, como todo en la vida son ciclos y algunas veces te subes a una montaña rusa donde te dejas llevar perdiendo de vista algunas lo que realmente queremos, hoy Ana Bustamente nos cuenta como a veces gracias a un abandono puedes volver a recuperar las sensaciones que habías perdido y la ilusión de volver a correr.
«Esta crónica tiene un poquito de todo, de llanto, de risa, de esfuerzo, de aprendizaje….en definitiva, de vida.
Todo comenzó con la CSP que los amigos de Penyagolosa Trail organizan con gran esmero, muchas ilusiones puestas en la prueba después de haber participado por dos años consecutivos en su training camp compartiendo muy buenos momentos. Pero esta vez mi “ángel de la guarda” me quería dar una llamada de atención, un tirón de orejas y volverme a resituar en esto del trail. Os explico…
Elegí este deporte porque soy una enamorada de la carrera, de la montaña y de la resistencia, porque me sirve de evasión de mi trabajo, porque soy un “animal social” y disfruto compartiendo, riendo y hasta sufriendo, con otros “chiflados” que hacen lo mismo que yo ..pero últimamente ¿dónde había quedado todo esto?¿dónde estaba esa filosofía en la que primaba el disfrute sobre tiempos, marcas y dorsales?¿de dónde surgió toda esta presión de la que yo no había sido muy consciente?..
Mi primer abandono en el mundo de las carreras y vuelta a la realidad. Allí sentada, en el km 90, con un dolor de estómago que no me dejaba ni moverme, y ese médico preocupado esperando a que hiciese efecto la inyección de Primperán, y así yo pudiese seguir, y mis palabras ”tranquilo llevo 20 kms sin comer ni beber , no voy a seguir, yo no vivo de ésto”
Y tras la decepción y la tristeza y el intento por mantener las lagrimillas a raya, mi positivismo que viene a echarme una mano y una vocecilla dentro de mi cabeza que me dice “ Ana, vuelve a ser tu”
Y he aquí que a los 15 días me encuentro en la Quixote Legend con un petate y una pequeña tienda de campaña roja, mi hogar en los siguientes tres días, pero con un ánimo renovado y una certeza en mi interior, ante mi tengo tres días para poner en marcha mi querido ritmo tractor y pasármelo muy bien.
Quién no conozca la sierra albaceteña tiene una asignatura pendiente, pero mejor que os deis un paseo por ella, unos ojos ávidos de curiosidad siempre son los mejores compañeros en lugares tan hermosos.
Las fotos, los saludos y los “buena suerte” que preceden a l comienzo de la prueba están cargados de nerviosismo, de incertidumbre, de ilusiones, cada uno con nuestra peculiar forma de relajarnos, unos charlan, otros estiran, otros observan con el semblante serio, allí están Ana, Xari, Rubén, Miguel, Sergio, Juanan, Lucas, Pablo, Giusseppe….
La primera etapa entre Alcaraz y Villaverde de Guadalimar transcurre a lo largo de 47 kms, miro al cielo, ese color azul y ese sol no me gustan demasiado pero es lo que hay. Corremos por unas interminables pistas, de hecho esta etapa es la más corredera, y me lo paso bien porque a este ritmillo puedo correr, charlar y poner cara a esos amigos del “caralibro”, que por fin dejan de ser virtuales. Algún sendero, una cresta y a correr de nuevo hasta esas empinadas subidas que se empeñan en emular a sus hermanos los kilómetros verticales.
Avanzada la mitad de carrera algo comienza a torcerse, porque no tengo un espejo pero mi cara debe ser todo un poema, ¡me duele el estómago!, bajo ritmo , intento seguir dando pequeños sorbitos de agua, lo de comer ya es más complicado, y sigo con más pena que gloria contando cada kilómetro que, a ratos se me hace eterno.
Tras siete horas y media entro acompañada en meta por Manu y Toni, este último también con problemas de estómago, los chicos de la Marea Azul. Una sonriente pandilla me espera, Pablo Encarna, Giusseppe y los chicos de Castellón.
Ahora es el momento de las cervezas y de comentar las jugadas más importantes del día, pero yo dedico mis cinco sentidos a expulsar de mi cuerpo la lavadora que se ha colado en mi estómago. Gracias al batido que me da mi vecina de “chalecito” Hortensia y al tumbing encima de la acera, parece que todo va volviendo a la normalidad y con un reparador sueño al día siguiente me encuentro al 100%
La segunda etapa, tras 57,5 kms y 3360 mts, nos hará llegar hasta la población de Yeste dominada por su fortalez islámica. Lo bueno de este día es que el cielo ha adquirido unas tonalidades grises y la previsión, según nos han informado es de viento, frío y lluvia. Salgo más prudente que ayer, no sé como me va a responder el cuerpo y si realmente estará recuperado, así que pongo un ritmillo disfrutón que me permite ir observando el maravilloso paisaje que me rodea bosques, senderos, caliza, y este día muy poca pista, es la etapa más montañera y para mi gusto la más bonita.
Coincido bastantes kilómetros con Pedro, un madrileño que lleva poquito en esto del monte pero ya está totalmente enganchado, nos reímos cuando pasamos, casi patinando, por zonas totalmente embarradas porque la previsión de lluvia se ha hecho realidad, llueve y no poco, yo estoy en mi salsa, como si estuviera corriendo en casa, seguro que hoy nada se tuerce y mi estómago se mantiene tranquilín.
A mitad de la subida del Pico Mentiras, se desatan los elementos, truenos, niebla lluvia y granizo….y nosotros en camiseta, ¡¡cualquiera para a ponerse el gore!! Y por cierto, que daño hacen los granizos en las piernas. En la cumbre la cosa se pone aún peor, hace muchísimo frío y el viento, único elemento que faltaba en esta fiesta, nos hace parar y entrar en razón, si, no hay otro remedio que sacar la chupa.
Cresteamos e iniciamos la bajada entre una persistente niebla que dificulta visualizar las balizas, Pedro y yo hemos hecho un pequeño equipo y entre los dos conseguimos encontrar bien el camino e ir perdiendo altura por una bajada bastante empinada entre piedra mojada que se pone muy interesante.
Me lo estoy pasando genial a pesar de la dureza de la etapa y de la meteorología adversa, es lo que tiene vivir en el norte y estar aclimatada a estas condiciones más propias de Mordor.
Una pared final, bueno más bien un paredón, y un gel porque hay que echar un poco de gasolina súper y andando, que luego ya queda sólo la bajada a meta. Entre chistes y caminata a ratos a cuatro patas coronamos y en 10:30 horas finalizo la segunda etapa. Hoy si que he disfrutado.
La recuperación tiene que ser rápida, las piernas están bastantes tocadas y no hay demasiado tiempo, pero el paseíto por el pueblo es una agradable costumbre que no se puede perder, unas cañas, unas aguas, algún que otro helado entre un montón de amigos que nos hemos reunido en un chiringuito del pueblo, entre ellos Silvino el tímido tarahumara que me comenta que ha decidido correr con zapatillas porque donde él vive no hay tantas piedras. Hoy también hemos decidido cambiar la dieta del campamento y nos vamos a un restaurante del pueblo, lento, lentísimo y la paciencia de Xari, de Memphis y mía a punto de desaparecer porque vemos que las necesarias horas de sueño se van a ver peligrosamente reducidas.
Esta noche nos han instalado las tiendas en un polideportivo, y a pesar de los ronquidos y las constantes charlas, el cansancio me sumerge en un relajante sueño tras haber superado la dura prueba de darme gel frio en las piernas,¡ sólo a mi se me ocurre!, durante media hora intento a la vez entrar en calor y dormir, muy complicado llevar a buen término ambas cosas.
La última etapa la conozco porque la hice el año pasado, de hecho han llegado un montón de corredores para hacer la modalidad Challenge que sólo consta de esta etapa. Saldremos de Yeste y finalizaremos en Riopar, en total 49,5 kms y 2460 mts . Lo importante este día es no dejarte arrastrar por esos participantes que vienen frescos y que van a salir a darlo todo. El día también se presenta nublado y fresquito, mucho mejor, esperemos que Lorenzo se tome otro día de descanso.
Es curioso como la sensación de cansancio y de dolor de piernas desaparece a los pocos kilómetros. Comparto estos primeros momentos con Rubén, el asturianín, charla relajada y risas y tranquilidad.
El paisaje es muy parecido al del día anterior, senderos entre bosques y alguna que otra pista y cortas pero empinadas subidas que me hacen colgarme literalmente de los bastones. Hoy Encarna ha decido seguirme, acompañada de Giusseppe, el compañero de Pablo que ha tenido que retirarse por problemas estomacales, y de Sergio el madrileño, saber que alguien te espera en algún punto me hace sentirme más motivada y más animada.
Lo de ser diésel o super diésel propicia que hoy sea el día en el que mejor me encuentro, una fuerza que no sé de donde me sale vuelve mi ritmo ligero y en lugares donde el primer día ni se me hubiera ocurrido, hoy puedo correr así que mi disfrute es aún mayor. Paso por la zona de los Chorros, observando sus cascadas de agua entre los aplausos de los turistas y los ánimos de los niños, hoy es un día para gozar.
Hay un lugar que las dos veces que he pasado me ha resultado de lo más curioso, yo lo llamo la estepa rusa y es que después de haber encarado una subida tenemos ante nosotros una altiplanicie que parece no tener fin y en la que el viento frío se hace muy molesto, corro porque quiero pasarla cuanto antes, a mano izquierda desvío y ya está, mi mente no lleva nada bien este lugar.
Voy siguiendo las pautas de bebida y comida igual que ayer, pequeños trozos de un sándwich de pavo que he diseccionado en 12 partes, todo un curro y así mi cuerpo va funcionando.
Y otra fuerte subida cerca del kilómetro 30, dura donde las haya, algunos participantes de la Challenge están parados a mitad de recorrido, intentando recuperar fuerzas, las mias, a pesar de la kilometrada que llevo van, no al 100% pero si al 80, de sobra para llegar a meta.
El cresterío entre bosque y caliza lo paso tranquilamente porque yo soy muy aficionada a llevarme un recuerdo en forma de cicatriz de cada prueba y no quisiera ampliar hoy mi colección, y ésto que se acaba. Saco de mi mochila ese plus de corredora porque los últimos kilómetros son de correr, algunos ya van caminando, yo corro, al fin y al cabo es lo que más me gusta y corriendo entro en meta recibida por Pablo y los amigos de Penyagolosa arrodillados y saludando al más puro estilo árabe. Fin. Bailando y con dos cervezas en la mano, momento que recoge Quim con su cámara, celebro el buen éxito de esta nueva aventurilla..y ¿cómo puedes bailar después de lo que has hecho? Con la felicidad se puede hacer casi de todo en la vida.
Aún me espera un pódium, segunda veterana, y una tarde hasta nuestra marcha de lo más divertida con todos los que hemos compartido estos tres días y fotos por aquí y adioses por allá.
En definitiva una experiencia más a sumar, buena, muy buena, llegada en el mejor momento para curar una pequeña “herida de guerra” .
A pesar de lo duro que me ha resultado la fórmula de las etapas, mucho más que hacerlo de un tirón, recomendaría a todo el mundo la Quixote Legend, durante tres días te sumerges en un mundo de aventura en el que el buen rollo prima a pesar del cansancio, de las ampollas y de esos duros suelos que ni la más sofisticada colchoneta logra minorizar.
Quiero finalizar esta crónica felicitando a la organización, sin rodeos, ha sido de DIEZ.»