Por fin es viernes y que mejor manera para preparar un fin de semana repleto de carreras, que con la experiencia en el Maratón de Paris de nuestra compañera Almudena Ferrero. Una distancia que no deja indiferente a nadie y que una vez que la pruebes seguro que te engancha.
Son las 9.45 de la mañana del domingo 8 de abril de 2018. Estoy sola y a la vez rodeada de 50.000 corredores de muchas nacionalidades, de Corea a Francia pasando por Finlandia o Mexico. Estoy en los Campos Elíseos, en París y si me doy la vuelta puedo ver el Arco del Triunfo en todo su esplendor iluminado por ese sol que tan poco se prodiga por aquí.
Los míos (mi novio, mis hijas y mi amiga parisina) me han despedido con abrazos, deseos de fuerza y ánimos hace unos minutos en la entrada del cajón de los lentos del maratón de París. Lo que decía, estoy sola y consciente de que con estas piernas, este corazón y esta cabeza me las tengo que arreglar para terminar los 42.195 metros que tengo por delante por la ciudad, para mí, más bella del mundo.
Estás cumpliendo tu sueño, Almu, pellízcate. Vas a correr tu segundo maratón, después del de Madrid, donde te estrenaste en 2017.
Todo ordenado en mi cinturón nuevo, el teléfono, los geles, gominolas y demás dopaje, ya sí que me estoy poniendo nerviosa de verdad. Faltan pocos minutos, el tiempo es magnífico, los alemanes y demás nórdicos van a sufrir porque no estarán acostumbrados a los más de 20 grados que se anuncian, pero para mí es perfecto. No hay lluvia ni amenaza de, no sopla el viento y estoy viviendo una de las aventuras de mi vida, que, no os vayáis a creer, no son muchas… pues eso, pellízcate Almu, y disfruta. Y sufre disfrutando, que estás en la madre de todas las carreras.
Con 10 minutos de retraso, la música de Carros de Fuego de fondo y tras cuenta atrás en francés que más o menos entiendo (al menos el tres, dos, uno…), la marabunta empieza a moverse. Paso el arco de salida y empieza lo bueno. ¡Allez, allez, a correr se ha dicho!
Los primeros kilómetros son de puro disfrute, ligera cuesta abajo por los adoquines de París, pasando por la plaza de la Concordia en dirección al Louvre, cada esquina una postal. A mi lado van unas cuantas chinas maquilladas como coches, labios rojo carmín, vestidito de seda con su dorsal y…¡bolsito al hombro! No doy crédito… En cada esquina se paran para hacerse fotos y luego echan a correr muy rápido, yo creo que en este plan no van a llegar ni al km. 8.
Paso por delante del Hotel de Ville, que dejo maravillada a mi derecha. No había tenido tiempo de acercarme en mi última visita a París hace siete años, mira tú por dónde quién me iba a decir que lo vería corriendo por la rue Rivoli rodeada de miles de locos como yo. Porque os diré que llevo corriendo sólo desde el 2014…Uy, llegamos al Marais y la calle se estrecha bastante, cuesta correr, casi hay que andar…pero yo intento al menos trotar para no cambiar mucho de ritmo, no vaya a ser que luego no lo retome…
En el km. 9, mi primer avituallamiento para el espíritu. Mis cuatro magníficos esperando, bandera española al viento, con una inyección de optimismo directa a mis venas. ¡Hasta luego chicos!
Me toca conocer el Bois de Vicennes, un parque que a priori me da pereza pero que se me pasa volando porque luce el sol, es muy verde, me encuentro estupendamente y esto es una fiesta con bandas de mariachis y drag queens animando el cotarro. En teoría está por aquí el castillo de Vicennes pero no lo veo… (menudo despiste tengo). El recorrido es muy favorable, si hay alguna cuesta arriba es imperceptible. Comparado con correr en Madrid, esto es gloria bendita.
Siempre bebiendo mis aguas y mis geles ordenadamente, llego al 19, ya veo otra vez a mis cuatro… sigo genial, ¡sois los mejoreeeees!
Bueno Almu, a por el medio maratón. Paso bajo el arco de los 21 tan ricamente pensando que soy invencible. Una tirada un poco larga por la orilla del Sena a ver los puentes, Notre Dame (cartel que te avisa de que mires a la izquierda, no te la vayas a perder) y la torre Eiffel (qué pasada correr a su lado) y llegas al 30, allez, allez, me dicen. Mucha animación, que se agradece de verdad, salvo cuando hay que meterse por tres túneles, uno de ellos un poco largo con luces como de discoteca, que no son lo más bonito del mundo. Las salidas cuesta arriba ya se notan un poquillo, y pongo en práctica mis pasitos de japonesa (cortitos y rápidos). Prueba superada, después de entrenar con mi grupo Ionrun durante meses por la Casa de Campo, no existen los desniveles; allí nos reunimos cada domingo para hacer series y subir el cerro Garabitas como campeones. Ay, cómo me estoy acordando de ellos y en especial del “jefe”, que estará deseando saber de mí. Bueno Almu, prepárate ahora, puede que esté cerca el hombre del mazo acechando, pero tú ni caso.
Y entonces me encuentro un muro de cartón plantado en medio de la calle en el km.30 ¡toma! para que te enteres de dónde has llegado y de lo que se te viene encima, qué ánimos… Hombre estoy cansada y las patas ya no están como en el 5, pero… ni tan mal. En el km. 31 última visita de los míos: me duelen un poco las piernas pero acabo fijo, os veo en la meta ¡a rematar los 10 finales!
Ultimo gel y a por el segundo parque de esta carrera. El Bois de Boulogne me temo que no va a ser tan placentero. Los avituallamientos en este maratón son un poco incómodos porque sólo los ponen a un lado de la calle, te lo avisan como 200 metros antes y tienes que estar atento. No los encuentro tan organizados como en Madrid, donde los voluntarios te ponen la botella en la mano. Aquí hay veces que hay que sacarla de la caja. A estas alturas de la carrera hasta buscar agua cuesta tanto… los pavés del suelo, ese asfaltado parisino tampoco es lo más cómodo en el km. 35… y encima, ahora sí que esto pica hacia arriba… Venga, deja de quejarte, aprieta los dientes y adelante, estás en el maratón, ya sabías a lo que venías…
Pero bueno, ¡en este parque casi todo el mundo va andando, parece el Camino de Santiago! Yo tengo claro que no hay que parar, por mucho que duelan los gemelos hay que seguir adelante, Almu, si tienes que ir más lenta vale, pero de caminar ni hablamos. Van cayendo los últimos y otro monumento, la Fundación Louis Vuitton, en el km. 39…muy bonito pero… ya no estoy para turismo…
Los últimos metros por la Avenue Foch con el Arco del Triunfo al fondo son impresionantes. Intento darme cuenta a pesar de lo que duele todo, tengo que aprovechar el momento. Bueno, los arcos de meta y se acabó, controla, no sea que ahora te vayan a fallar las piernezuelas… ¡sorpresa! Sólo hay un arco y es el definitivo, el de llegada, yupiiii. Una cosa buena que tienen estos franceses, mira, no te mosquean con siete arcos como en las carreras en España ¡qué bien!
Lo he conseguido yujuuuu… Jopé como duele todo, no me siento porque no habrá quien me levante, camina tranquila un poquito venga, ¡¡¡que ya está!!! ¡¡¡Ahí está mi troupe!!! ¡¡¡Gracias por todo, os quiero mucho!!! A ver, el teléfono, que hay que llamar a mamá, la pobre estaba preocupadísima.
Voy colgada literalmente de los brazos de mis hijas, vamos a sentarnos un ratito en la acera aunque sea, por favor… Qué ambientazo, con tan buena temperatura todo el mundo está en la calle, las terrazas llenas de corredores con la medalla al cuello, disfrutando de la fiesta que es el maratón. Madre mía, me siento como una de las muñecas de Famosa yendo al portal de Belén…Las piernas como palos pero el corazón enorme y el orgullo que se sube al Everest… He terminado dignamente y disfrutando mi segundo maratón ¡prueba superada, vamos a celebrarlo!
Muchos de mis amigos me dicen que pare ya, que me dedique a correr medios, pero… qué queréis que os diga… esto es duro sí, pero jopé, cómo compensa…
Muchas gracias por leerme.
Muy bien Campeona y mucha gracia al contarlo 😀