Hay una frase hecha que dice que correr nos hace libres, yo creo que muchas veces nos sirve para sacar nuestros «demonios» internos, tambien para ver con distancia lo que nos ocurre y valorarlo en su justa medida, correr siempre es una buena terapia.
Hoy os dejamos un precioso texto que nos ha mandado nuestra amiga Ana Bustamante, quien hace unos días perdió a su padre, en la misma fecha que 4 años antes había perdido a su madre.
No se quién tomó la decisión, creo que en una mezcla de sabiduría de la vida y sentido del humor, fue mamá la que te llevó junto a ella. El caso es, que el domingo a las 10 de la mañana, tú también nos dejaste, justo cuatro años después, el mismo día, casi a la misma hora en la que nos dejó mamá.
Después de todos los ritos que conllevan estos momentos, yo…..salí a correr, necesitaba mi propia plegaria, mi espiritualidad en forma de zancadas, mi mejor forma de despedirme.
En los primeros kilómetros a mi agitada respiración se unió un llanto lleno de rabia, me dificultaba la visión y me impedía coger el suficiente aire para oxigenar mis músculos, era el primer contacto con la sensación de orfandad, las dos personas que me habían traído a este mundo ya no existían. Las lágrimas fueron mojando el suelo que las recogió en este día carente de lluvia, como si la tierra me agradeciese ese aporte extra de materia líquida.
Casi no recuerdo el circuito, sólo sé que los kilómetros iban pasando al mismo ritmo que mis recuerdos.
Una vez que cesaron las lágrimas y mis pulsaciones se fueron normalizando, llegaron a mi mente todas las enseñanzas que nos dejasteis. Cuanto esfuerzo y dedicación, para dejar esa impronta en nuestra manera de ser, la de mi hermano, la persona más maravillosa que conozco, y la mía, dos personas completamente diferentes pero que aprendieron, en el seno de nuestra sencilla familia, el esfuerzo, la perseverancia, el sentido del trabajo bien hecho, la honestidad, el respeto y, como no, esto de tu propia cosecha mamá, ese positivismo, aunque las cosas se tuerzan y ese extraordinario sentido del humor.
Y entonces llegaron los kilómetros en los que las piernas comenzaron a doler y la respiración se hizo más agitada porque el cuerpo pedía más gasolina y, para ayudarme a seguir, porque aún no había acabado mi oración, llegó esa cualidad por la que más luchasteis para que fuese nuestra, llegó la fuerza de voluntad, esa férrea determinación que me ha hecho ser como soy, que me ha hecho conseguir tantas cosas y de la cual me siento tan orgullosa. Y mi pulsómetro continuó marcando cada vez más y más distancia.
Y seguí, continué zancada tras zancada, arañando metros, construyendo kilómetros, y llevando, por fin, mi mente a ese mundo blanco, nítido, donde ya no hay pensamiento, donde reina el silencio, donde se acallan los monstruos, donde reina la tranquilidad.
La meta de este largo rezo sólo me trajo paz. Mi plegaria había dado su fruto, de nuevo lo había conseguido. Un pódium en forma de sanación y de comunión con mis padres.
Me siento en paz contigo mamá, me siento en paz contigo papá.
Seguid cuidándome, y dándome aliento hasta que me vuelva a reunir con vosotros. Seguid animándome en cada paso, no dejéis que me rinda. Acompañadme en cada salida y en cada meta de mi vida.
Ana, la hija de Pili, la ama de casa y de Cesáreo, el albañil, seguirá corriendo por los caminos y en cada zancada estaréis vosotros, mi mayor y más preciado trofeo.
Gracias por todo lo que me disteis en ésta vida,
Os quiero
Desde Avernotrail, te mandamos un abrazo muy fuerte y mucha energía para afrontar estos días.