Hoy os dejamos otra crónica de la carrera Advanced de 82km The North Face Transgrancanaria, esta vez de la mano de nuestra colaboradora Ana Bustamante.
«El despertador suena pronto, demasiado, anoche unos incómodos nervios se empeñaron en colarse en mi cama y mi descanso se ha visto perjudicado. Pero ¿nervios? ¿por qué? …conozco la carrera, me encanta correr en las islas, y la distancia 82 kilómetros la tengo controlada, pero….si, siempre hay un pero, algo que nos baja de la nube y nos mete de lleno en la realidad, y esta realidad es que el ponerse un dorsal es ya algo que nos produce cierto estrés y que 82 kilómetros, aunque sea la carrera “corta” son una kilometrada y no sabemos como nuestro cuerpo va a responder durante no se cuantas horas . Con todas estas ilusiones y todos estos miedos ahí que nos vamos.
El autobús se hace eterno, una hora y media atravesando el “pequeño continente” en un ir y venir de curvas. Cada corredor con sus pensamientos, pocos hablan y otros , los más, nos dejamos llevar por un reconfortante duermevela a pesar del viento frío que se cuela por todas las rendijas de la guagua.
Abro los ojos, queda poco para llegar a Fontanales, llueve…¡NO PUEDE SER!, aún recuerdo el frío que pasé el año pasado en la Trans y las 12 horas de lluvia que estuvieron a punto de mermar mi ánimo y hacerme abandonar. Me invaden la tristeza y la rabia, mientras observo ese cielo gris oscuro, pero enseguida me obligo a hacer un cambio en mi mente, el tiempo es algo que no puedo controlar entonces, ¿por qué disgustarme por algo que no puedo cambiar? Con esta filosofía y una ánimo renovado me dirijo junto a un montón de gente conocida a la línea de salida.
La cuenta atrás nos lanza a la carrera, emociones a flor de piel y un objetivo claro en mi mente, la meta en el sur de la isla.
Los primeros kilómetros siempre me resultan especialmente difíciles, el cuerpo con tanto hidrato de carbono y tanto líquido pesa más que otras veces y me cuesta moverlo, a parte de las montoneras que se forman en los estrechos senderos, nadie quiere quedarse atrás, todos quieren coger su puesto, un poco impacientes contando todo lo que nos queda por delante.
Charlamos mientras voy acomodando mi ritmo, aquí a mi lado va Carmen, una chica de la Palma que me ha puesto el bonito nombre de “mujer lluvia” porque un día yo le comentaba que en todas las pruebas me llovía, se ríe porque hoy también llueve, siempre es mejor tomarse las cosas con humor.
Ha dejado de llover y la humedad es de 1000, el paisaje y el terreno me recuerdan a mi tierra, barro, vegetación, variedad de colores verdes y subidas, subidas que llegan sin previo aviso , pindias, como a mi me gustan, y algunas, largas, como la que sube a Talayón. ¡Como subes mi niña!!, me dicen unos , me luzco de mi condición de norteña, es lo que tiene vivir rodeados de montaña, les digo.
20 kilómetros es lo que he necesitado para que mi diésel marche, ahora llega el momento de disfrutar al 100%. El clima ha mejorado considerablemente y los paisajes que se suceden son para estar con una cámara fotográfica a pleno rendimiento. Vivir estos momentos es todo un placer, todo encaja, el engranaje funciona, yo soy un elemento más de la naturaleza y me muevo al son de lo que ella me va marcando.
Antes de la segunda gran subida del día me encuentro con el pedregoso terreno que me llevará a Tejeda, bueno, en realidad todo el recorrido se caracteriza por estar plagado de piedras, así que voy con ojo, soy ya casi una experta en curar heridas y en romper mallas, por una vez me gustaría llegar sin ningún “regalito”. Tejeda está lleno de gente animando, en esos momentos seguro que a la gran mayoría de nosotros el ego se nos ha querido escapar y subir muy muy alto, nos miran con una mezcla de curiosidad y admiración y aplauden, ¡por ahí viene otra chica! dice una niña a su madre, saludo con una sonrisa.
Me encantan las subidas, es ahí donde mis pequeñas pero fuertes piernas dan el todo, mi ritmo es continuo, ligero, no hay lugar a la duda o al desfallecimiento, mi corazón late acompasado. Garañón aún está lejos pero una vez llegados allí estaremos a mitad de carrera y entonces empezaré a contar los kilómetros de otra manera. Coincido con Djianina, se queja del estómago, charlo con ella, nos conocemos del Facebook y hablamos de carreras y de nuestras vidas, ya tenía ganas de conocerla en persona, compartimos un ratito hasta que le digo que siga, ella va más ligera y yo prefiero seguir con mi ritmo, ligero pero sin agobios.
El Roque Nublo es todo un espectáculo, subimos hasta allí para fichar y volver a bajar , me recuerda al “teina” de cuando jugábamos al escondite, pero bien merece la pena a pesar de lo duro y árido del terreno, piedras y más piedras en este paisaje totalmente lunar.
En Garañon me espera Ana, con cara de cansada, de hecho lleva toda la noche cámara en mano, y Jose Carlos el albaceteño que el año pasado hizo el Tor, hoy se ha retirado, llevaba mal el estómago, la verdad es que muchos se han tenido que retirar por este motivo, el mío parece que aguanta, lo llevo un poco rarillo pero es mejor no hacerle demasiado caso no sea todo el material, y también hay comida de todo tipo, la verdad es que no he comido mucho pero me obligo a tomar un vaso de caldo, un poco de membrillo y pan. No paro mucho a pesar de lo acogedor del lugar y del ambiente que hay, esto es algo que he ido aprendiendo, parar lo justo para que mi cuerpo no se relaje demasiado y así me cueste menos arrancar. Me despido de Jose Carlos y de Ana y le agradezco que se haya quedado a esperarme, nos vemos en meta!!
Bajamos y bajamos y no paramos de bajar hasta Tunte. Calzadas, piedras sueltas, losetas y algún que otro tropezón. Llevo ya bastante tiempo picadilla con una chica, me pilla en las bajadas y en las subidas la dejo atrás, es un aliciente, una distracción más para hacer más amenos los 82 kilómetros, cuando la veo que me pasa y se aleja no me gusta pero me busco una justificación, “Ana, es mucho más joven que tu, tu a lo tuyo”, pero en cuanto puedo ¡zas! ahí que la cazo y me vuelvo a encontrar mejor. A ratos la bajada se me hace pesada pero voy bien, no me duele nada y esto también ayuda. Lo que si hace es calor, mucho calor, ya estábamos avisados, en cuanto coronásemos Garañón el camino hacia el sur iba a ser especialmente cálido, así que bebo e intento adaptarme a ese sol que ya no me acordaba de como ora después de un mes sin verlo,
Antes de Tunte engancho a Sergio, iba con Felipe que hace tiempo quedó atrás también por problemas de estómago. Le he estado observando antes de llegar a él, me recuerda a Conan, lo veo tan…enorme…..y pienso que debe ser duro mover un cuerpo tan grande, a su lado me siento un gorrioncillo jajaja!!! Hablamos de la dureza de la carrera, ambos coincidimos en que es mucho más dura que la de 125 del año pasado, pero ya hemos empezado a descontar kilómetros y esto, no cabe duda, motiva y mucho.
Llevo el cansancio justo y me alegro, he pasado una temporada bastante malilla a causa de mi rebelde tiroides. Hace quince años me diagnosticaron hipotiroidismo y desde entonces tomo una medicación que es muy difícil de regular, una gripe me la alteró en febrero y he estado unas semanas cansada, sin fuerzas y hasta triste así que venía a Canarias con un poco de miedo porque no sabía si estaría ya recuperada, pero, está claro, una mente positiva siempre te lleva a meta, he llegado a pensar que lo que necesitaba era una ultra para recuperarme, es broma, lo que me he hecho ha sido no pensar demasiado en estas pasadas semanas y me he concentrado en la prueba sin más.
Antes de llegar Arteara vemos a una chica sentada, tapada con la manta, es Xari, tiene la mirada un poco perdida, nos comenta que no puede seguir, que se ha vaciado, que penita, ella es una gran corredora y muy dura así que realmente debe estar mal para haberse retirado, hay un chico con ella y nos dice que ya ha avisado a la organización. Sergio y yo seguimos sin tener ni idea de la “divertida” bajada que nos espera, en el anterior control nos han metido un poco de miedo pero alguna ventaja tiene que tener entrenar por Picos de Europa, pues ahí que vamos y al más puro estilo “picos” descendemos por un estrecho y empinado pedregal. A mitad de camino se nos hace de noche, aun veo algo le digo a Sergio, ¡¡mentira!! Lo que pasa es que vas chupando luz de estos dos chicos canarios tan majos que encima te van dando conversación , uno de ellos quiere hacer el Tor y cuando le digo que yo ya lo he hecho me dice que ahora entiende por qué bajo sin frontal, que va, sonrio, lo que pasa es que me da mucha pereza sacar las cosas de la mochila, al final, claro está, no me queda otro remedio.
Lo que nos queda hasta meta es noche y pista, pista y oscuridad, sola, durante 10, 11, no se cuantos kilómetros que se me hacen una eternidad en un sube y baja apto para correr si aún reservas fuerzas para hacerlo, no son las fuerzas lo que me fallan es el agobio el que no me deja decidirme entre trotar o caminar, acostumbrada a tanta piedra, a tanto paisaje de ensueño esta pista se me hace tediosa, el barranco de Fataga lo llaman. Intento buscar en mi mente esos recursos que me son tan válidos en estos momentos, ahí están y , de nuevo vienen a echarme un cable. Rememoro el año 2010 y mi primera ultra, subiendo por este mismo barranco, ese año lleno de agua por las intensas lluvias caídas con unos ojos abiertos como platos y la adrenalina invadiendo hasta la más escondida de mis células porque no sabía como iba a acabar ese lio en el que me había metido….y así, con estos mis pensamientos, y corriendo más que caminando, llego al final del barranco, un último avituallamiento en el que casi nadie para y sólo seis kilómetros para meta.
Por cierto, hace mucho que no me he vuelto encontrar con la chica “joven” con la que tenía mi entretenido pique, ¿habrá podido con ella mi ritmo machacón? ¿me habrá pasado en la pista del barranco y no la he reconocido?, en meta me enteraré.
Miro el reloj, voy bastante bien de tiempo, vuelvo a coincidir con Sergio, me dice que se lo va a tomar con calma y va a ir andando, entonces marcho y a pesar de lo incómodo del desagüe del barranco para correr, saco fuerzas y ganas porque lo que tiene mi querido ritmo tractor es ésto, que cuando le pides te da y paso uno, dos, tres corredores y voy animada aunque estos kilómetros no parece tener fin, algunos llevan el desánimo escrito en su cara, ¡vamos!! les digo ya queda poquito, y aún otro puente más, pero todo tiene su fin y por fin llego al paseo que desemboca irremediablemente en meta.
Disfruto con los aplausos de al gente que camina tranquilamente en una noche que invita al paseo, paso a un grupillo de corredores ahora todo son risas y saludos, me gusta la soledad en las carreras pero estos momentos son para compartir.
Ultima recta, pasillo hasta meta, que preciosidad, esta meta tiene algo de mágico, de especial, tal vez porque fue la primera, no se…última rampa, brazos en alto…está!!!
Me abrazo con Ana, con Encarna, que esta vez no me pudo seguir y se quedó un poco triste, con Celeste, y sonrío, siempre sonrío, mi sonrisa es lo mejor que puedo ofrecer en estos momentos y siempre. Me encuentro genial, he disfrutado, mi cuerpo ha respondido como un jabato y he llegado con fuerzas a pesar de la dureza, del calor y del tedio final, no se puede pedir más.
Otra más para apuntar, seguimos sumando kilómetros de FELICIDAD»
Un placer todos esos kilómetros compartidos en carrera, Ana. Y una lección el verte sacar toda esa rasmia para rematar la prueba a todo trapo marchándote por delante en esos ultimos 6k. A disfrutar los recuerdos, hiciste una carrera redonda.. 🙂