Da gusto ver que cada vez hay mas carreras de montaña, para todos los niveles y para todos los gustos, el pasado fin de semana comenzó el Circuito Races Trail Running con su carrera en Riaza y nuestra compañera Berta nos cuenta su experiencia.
«Como dice mi amigo Javier, una carrera no comienza en el momento en que sales de meta, siempre comienza antes. Dependiendo de la carrera puede ser en el momento en que decides apuntarte, en el momento en que tus amigos te animan a hacerlo aunque no pensaras a hacerlo, o en el momento en que tienes la suerte de que te digan – tengo un dorsal para la Races Trail Running de Riaza ¿te apetece correrla? – y tú no te lo piensas dos veces y dices que sí, que de cabeza, y más siendo en Riaza donde tengo tan grandes amigos.
Llega la tarde anterior a la carrera y empiezas a plantearte por qué te habrás apuntado, que vas a tener que madrugar, pasar frío… y te das cuenta de que estás nerviosa, que tienes esas mariposas en el estómago que empiezan a revolotear en la previa a una carrera y que yo hacía tiempo que no notaba. -¡Qué tontería! – pienso- no soy una corredora de las que se preocupen por correr rápido ni por hacer marcas en las carreras, soy más bien de ir cogiendo o pisando flores (la velocidad está sobrevalorada, señores) de ir disfrutando de esas zancadas y de los momentos compartidos con tanta y tan buena gente-. Pero el corazón del corredor no atiende a razones y por mucho que intentes pensar racionalmente, las mariposas no escuchan y siguen volando de un lado para otro y dejándote inquieta.
El domingo me levanto temprano. Tengo que hacer 100 km en coche y aunque no creo que haya mucho tráfico en la A1 a esas horas, no quiero que me pille el toro. Voy bien pertrechada, me han avisado de que probablemente haya lluvia y viento. A la altura de Somosierra asoma el sol, pero una vez pasado Cerezo una nube negra tipo “Bienvenido a Mordor” se cierne a la altura de Riaza. Esto promete. A las 09:45 estoy en la Plaza del Ayuntamiento y recojo mi dorsal sin problema. Las camisetas de la carrera son muy chulas: de varios colores, supongo que para dar colorido a la carrera. Me mola la rosa (me sale el alma cuqui, qué le voy a hacer) pero como voy de invitada me toca una amarilla genérica de las Races Trail Running. Una vez cumplida con la recogida y colocado el dorsal, me entretengo paseando un poco y tomando un té en el Plaza. Me extraña ver tan poca gente con la salida de la carrera tan cercana (deben ser las 10:15). Ni siquiera están hablando por megafonía. Sobre las 10:30 por fin oigo al speaker diciendo que la carrera empieza a las 11:30 ¡seré monguer! -Bien Berta, tú sí que sabes. Te pegas el súper madrugón para nada ¿se puede saber dónde tienes la cabeza?-. En fin, como queda una hora para que empiece la carrera y como ya empiezo a notar algo de agujero en el estómago, me voy a por un tentempié y algo de calorcito a la panadería El Soportal (gracias Paz, por invitarme al desayuno ¡menuda sorpresa!).
Recogida de los dorsales en el Ayuntamiento de Riaza.
Cuando sólo quedan 20 minutos para la salida, los nervios se hacen más presentes que nunca. Busco a Javier, que sé que va a correr, pero no le encuentro. Al cabo de un rato le veo aparecer y siento algo de alivio. Nos saludamos, charlamos un poco, nos deseamos suerte y me pongo a la cola de la salida, que siempre se sale más tranquilo. Empezamos a contar todos juntos: 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2… 1 ¡comienza la carrera! Salimos en tropel y por suerte la carrera empieza cuesta abajo. Intento no acelerarme demasiado y me acuerdo de la mala idea que he tenido comiéndome una palmera de chocolate apenas 1 hora antes de comenzar, pero a lo hecho, pecho. Voy estudiando el ritmo de la gente, para ver a quién puedo utilizar de liebre y acoplarme a ese paso. El premio va para 3 integrantes de un club de atletismo y un hombre-armario que van a la par.
La alegría de la cuesta abajo dura apenas 1 km y comienza la diversión: unos 4 km de subida permanente por el camino que lleva a Hontanares, en los que acabo caminando más que corriendo. Además de disfrutar de la cuesta y del viento frío que sopla (modo ironía “on”) disfruto del paisaje de la sierra y pienso en el lujo y la gozada que es poder correr por aquí. Poco a poco y con algo de sufrimiento parece que llegamos a lo alto del cerro, que tiene unas vistas espectaculares.
Tramo inicial de subida. Casi 4 km de regalo para las piernas
Vista de la Pinilla desde lo alto del cerro
Desde aquí hasta Riofrío prácticamente es en pista y llano. En esta parte del recorrido nos cruzamos con un par de grupos de gente, además de los voluntarios, que nos animan efusivamente ¡lo que se agradece! Mantengo un buen paso, pero no puedo apretar demasiado, que la rodilla se está quejando. Me hace mucha gracia: cada vez que alcanzo al “armario”, junto al que he corrido prácticamente hasta ahora, se pica y aprieta de nuevo para ir por delante de mí. De verdad, cómo puede haber hombres que se piquen de esta manera. Pero bueno, si es su motivación, bienvenida sea. Yo voy partida de risa y también se lo agradezco.
Poco antes de llegar a Riofrío encontramos un repecho que me cago en todo lo que se menea. Aquí ya sí que ando y ni me planteo hacer el amago de correr. Las piernas no me dan para más. Llegamos a Riofrio, donde está el avituallamiento, y hago parada en boxes para coger resuello y beber un poco (no mucho, que la palmera sigue presente en el estómago). Le doy las gracias a los voluntarios por la bebida, las indicaciones y los ánimos (es lo mínimo: sin ellos no habría carreras) y continúo la carrera, ya de camino de vuelta a Riaza.
Arrancando de nuevo desde Riofrío
Esta parte discurre por unos senderos de bajada chulísimos, aunque hay que andarse con cuidado, que las piedras y el barro pueden ser muy traicioneras (creo que los que entienden de esto dirían que es la parte técnica de la carrera). ¡Qué manera de divertirme! aunque sea pensando en mantener la dentadura, que la ortodoncia es muy cara y he sufrido mucho para lucir esta sonrisa. Sí, no son pensamientos muy adecuados para una carrera pero son los que me salen en estos momentos.
Desde Riofrío, bajada más técnica. El famoso “complejo Kilian Jornet” que sufren algunas personas al hacer trail. (Foto de la organización)
Sigo disfrutando de la bajada (no tanto mis tobillos) y poco después de cruzar un puente, llegando aproximadamente al km 10,5 veo aparecer a Javier: qué grande, ha terminado su carrera y ha venido a buscarme para acompañarme a meta. Este hombre es la caña. Me anima a apretar un poco el paso, que ya queda poco para llegar a meta. Y así, sacando el fuá y apurando el poco fuelle que me queda, consigo cruzar meta en aproximadamente 01:29. Al otro lado del arco me está esperando Javier, felicitándome por la carrera, y yo, que estoy feliz, le abrazo completamente emocionada de haber llegado hasta aquí: mil gracias, de nuevo, Javier.
Llegada a meta (foto de la organización)
En el avituallamiento de meta dan unas botellas de “algo” de aloe vera, que no cojo porque no me lo voy a beber, y caldo calentito; pero no queda agua, que es lo que me pide el cuerpo, así que nos vamos con unos vasos de papel a buscar agua fresquita al ayuntamiento ¡y cómo se agradece! Esperamos un poco para ver si salen los resultados finales, conversamos un rato con Vicente Ferrer (2º en categoría de veteranos ¡ahí es nada!), nos hacemos la foto de rigor y nos vamos a cambiar, que se nota el frío y no es cuestión de ponerse malos. Una vez secos y algo más calentitos nos despedimos y nos vamos cada uno de vuelta a su casa. No sin antes dar las gracias, vía whatsapp, a mis Espinetes (mi pandilla riazana que me estuvo animando desde la distancia), a mis “marujas” Coentrena, que me acompañan en los entrenamientos y que son las tías más grandes del mundo mundial; a mis DrinkingRunners del alma; y a mis Chicas de la Cruz Roja, que ninguna corre y piensan que estoy loca, pero que me apoyan cada una desde una punta de España
Y me vuelvo a casa con una gran sonrisa en la cara. Porque he superado los nervios, he sufrido, he pasado frío, me he acordado de todo en las cuestas, pero también me he divertido como una enana, he pisado charcos y barro, he disfrutado de correr, del paisaje, de los improvisados animadores, de los compañeros de carrera, del complejo de Kílian Jornet que me entra cuando troto por el monte… y finalmente he cruzado la meta y lo he conseguido. A mi manera, pisando flores, pero lo he conseguido.
Con Javier López-Peña y Vicente Ferrer
Mi próxima parada: Hoyos del Espino».
Gracias al Club GR10 por la cesión del dorsal para la crónica.
Magnífica y personal crónica de una carrera en la que solo echamos de menos encontrar agua en meta.
A ver si llega pronto la segunda RTR. Esta forma de relatar crea adicción.
Estupenda crónica!
Me ha gustado mucho tu relato yo soy d las tuyas corro pisando flores jijij